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martes, 9 de junio de 2015

Adelanto Capítulo 1a: Visiones en Plata - Anne Bishop


Capítulo 1

Thaisday 10 de Maius

Meg Corbyn entró en el cuarto de baño en la Oficina del Enlace Humano y dejó los elementos necesarios para la profecía: ungüento antiséptico, vendas, y la navaja plegable de plata decorada con hojas y flores bonitas en un lado. En el otro, tenía grabado en letras llanas; cs759, una designación. Durante 24 años, esa designación fue lo más parecido que había tenido a un nombre.

Tenía un nombre ahora y un verdadero apartamento en lugar de una celda estéril. En el recinto donde se había criado y entrenado... y donde la usaron...  tuvo una amiga: Jean, la chica que no permitió a nadie que la hiciera olvidar que una vez tuvo un hogar y una familia fuera del recinto...  la chica que ayudo a Meg a escapar.

Ahora Meg tenía muchos amigos, y no le importaba que la mayoría de ellos no fueran humanos. Los Terráneos le dieron la oportunidad de tener una vida, donde encontrar una forma de vivir con la adicción que finalmente la mataría. Pero Simon Wolfgard, líder del Courtyard de Lakeside, insistía en que había visto a alguien como ella, que había sobrevivido el tiempo suficiente para convertirse en una anciana.

Quería creer que eso fuera posible. Esperaba que el experimento de esta mañana pudiera darle una pista sobre cómo podía ser posible.

Después de comprobar para asegurarse de que no había olvidado nada que fueran a necesitar, Meg se sentó en el asiento del inodoro tapado y esperó a Merri Lee, la amiga humana que estaba aprendiendo a trabajar como su interlocutora e intérprete.

Las Casandra de sangre veían profecías cuando su piel se cortaba. Eran entrenadas para describir las visiones e imágenes. Pero a las chicas no se les enseñaba cómo interpretar lo que veían. Habría sido inútil. En el  momento en que una chica empezaba a hablar, una euforia la llenaba, velando su mente y protegiéndola de lo que esas imágenes revelaran. De hecho, la única manera en que una profeta de la sangre podría recordar lo que veía, era guardando silencio. Si no decía las palabras en voz alta, podían recordar lo que veían.

Requería de una particular determinación -o desesperación- para soportar la agonía que inundaba a una chica cuando no hablaba después de que su piel fuera cortada. Y experimentar la euforia que era casi orgásmica, era la razón principal de que las Casandra de sangre se volvieran adictas al corte.

Requería de un tipo particular de valor, el reconocer que no podía escapar por completo de la adicción, después de tantos años de ser cortada en un horario regular para el beneficio de otra persona. Las profecías dentro de ella no se podían negar. Quisiera o no, Meg tenía que cortarse.

De ahí que la cita de hoy con la navaja fuera tan importante. No estaba experimentando la sensación de alfileres y agujas que señalaban que algo iba a suceder. Nada la empujaba, lo que hacía de esta mañana el momento perfecto para descubrir lo que pasaba cuando se hacía un corte controlado.

La puerta trasera de la oficina se abrió. Un momento después, Merri Lee estaba en la puerta del baño sosteniendo un pequeño bloc de papel y un lápiz.

Ambas eran mujeres pequeñas,  tenían casi la misma edad, y ambas tenían la piel blanca. Pero Merri Lee tenía ojos oscuros y el pelo en capas oscuras que caía por debajo de los hombros, mientras Meg tenía ojos claros grises y cabello negro corto que todavía cargaba con un rojo anaranjado raro, fruto de sus esfuerzos para disfrazarse cuando había huido del hombre conocido como el Controlador.

—¿Estás segura de esto? — Preguntó Merri Lee—. Tal vez deberíamos esperar hasta que Simon y Henry vuelvan de Isla Grande.

Meg negó con la cabeza.
—Debemos hacer esto ahora, antes de abrir la oficina y haya algún...aporte adicional...  que pueda cambiar lo que vea. Vlad está trabajando en Aullidos, Buena Lectura hoy. Podemos contarle sobre la profecía, y está lo suficientemente cerca si necesitamos ayuda.

—Está bien. — Merri Lee arrastró una silla de la pequeña zona del comedor, dejándola justo fuera de la puerta del baño, y se sentó—. ¿Qué debo preguntar?

Meg había pensado en eso. Cuando los clientes llegaban al recinto del Controlador, tenían una pregunta específica. Ella no estaba buscando nada tan definido, pero necesitaba algún tipo de límite.

—Esto es lo que debes preguntar: ¿A qué deben estar atentos los residentes del Courtyard de Lakeside en la próxima quincena?

—Eso es demasiado vago, — dijo Merri Lee—. ¿Y... quincena?

—Si pregunto acerca de una cosa específica en el Courtyard, alguna cosa podría ser pasada por alto, y  podría ser la cosa más importante que los Otros deban saber, —respondió Meg—. Dos semanas es tiempo suficiente. En cuanto a "quincena", acabo de descubrir esa palabra y me gusta como suena. Creo que encaja con las profecías mejor que decir "dos semanas".

—Pero si no funciona, si no conseguimos nada útil, entonces te habrás cortado por nada. — Merri Lee argumentó.

—No va a ser por nada, — dijo Meg. La euforia era razón suficiente para cortarse. No era algo que podía decirle a su amiga, por lo que ofreció una verdad diferente—. Si puedo estirar el tiempo entre cortes, porque un corte suministrará las advertencias que necesitamos para dos semanas y con eso calmar la sensación de alfileres y agujas que me empuja a cortarme, voy a tener más años de vida. Y quiero vivir, sobre todo ahora que tengo una vida real.

Un momento de silencio. Entonces Merri Lee dijo:
—¿Lista?

—Sí. — Abriendo la navaja de plata, Meg puso la parte plana de la hoja contra su piel, su anchura de un cuarto de pulgada, proporcionaba la distancia perfecta entre cortes, -la distancia que mantenía separadas a las profecías, sin perder piel valiosa-. Alineo la hoja a la última cicatriz en su antebrazo izquierdo. Luego giró la mano y cortó justo lo suficientemente profundo para que la sangre fluyera libremente e, igualmente importante, para que el corte dejara una cicatriz.

Le embargo la agonía, preludio de la profecía. Al escuchar a alguien llorando, -alguien que nadie más podía oír- Meg apretó los dientes, dejó a un lado la navaja, y descanso el brazo en el lavabo del baño. Luego le dio Merri Lee un gruñido agudo.

—¿A qué deben estar atentos los residentes del Courtyard de Lakeside en la próxima quincena? — Dijo Merri Lee—. Habla, profeta, y yo te escuchare.

Ella habló, revelando todo lo que veía. Las imágenes se desvanecieron con el sonido de las palabras en forma de ondas de euforia que le produjo un delicioso cosquilleo en los pechos y un tirón rítmico entre sus piernas, en sustitución del dolor.

No sabía cuánto tiempo flotó en el placer producido por la euforia. A veces parecía  desaparecer cuando liberaba la última imagen, mientras que otras veces se deslizaba por un tiempo más, en una bruma de placer físico. Cuando volvió a ser consciente de su entorno, Meg se dio cuenta de que había pasado el tiempo suficiente como para que Merri Lee le vendara el corte, limpiara la navaja, y lavara el lavabo.

La sangre de las Casandra de sangre era peligrosa para los humanos y Otros por igual. Había sido usada para fabricar  Repasando el lobo y Bienestar, dos drogas que habían causado muchos problemas a lo largo Thaisia ​​en los últimos meses. Esa fue la razón por la cual, cuando hicieron planes para este corte, ella y Merri Lee acordaron que toda la sangre se eliminaría por el lavabo y las vendas se recogerían después y las llevarían al Complejo de Servicios Públicos para su incineración.

—¿Funcionó? — Preguntó Meg—. ¿Liberé una profecía? ¿Vi algo útil? — Su voz sonaba áspera, y le dolía la garganta. Quería pedirle a Merri Lee un vaso de agua o tal vez un poco de jugo, pero no podía despejarse lo suficiente como para decir algo más.

—Meg, ¿confías en mí?

Eso sonó como una forma ominosa para responder a sus propias preguntas.
—Sí, confío en ti.

Merri Lee asintió, como si hubiera tomado una decisión.
—Sí, funcionó. Mejor de lo que podríamos haber esperado. Necesito un poco de tiempo para poner las imágenes en algún tipo de orden.

No era una mentira, exactamente, pero tampoco era la verdad.

Meg estudió a su amiga.
—No quieres decirme lo que dije, lo que vi.

—No, no quiero. Realmente no.

—Pero...

—Meg. — Merri Lee cerró los ojos por un momento—. Nadie en el Courtyard está en peligro inmediato, pero dijiste un par de cosas que eran... inquietantes, cosas que no se bien cómo interpretar. Quiero hacer una distribución preliminar de las imágenes, como lo hicimos la última vez cuando dibujamos las imágenes en tarjetas y las fuimos reordenando hasta que nos contaron una historia. Luego iré a Aullidos, Buena Lectura y hablare con Vlad.

—¿Vi que algo malo le sucedía a Sam? ¿O a Simon? O... ¿ a alguien de aquí? — En forma humana, Sam Wolfgard parecía estar cerca de los 8 o 9 años ahora, pero todavía era un cachorro. Simon era su amigo. Sólo la idea de que algo le sucediera  a cualquiera de ellos le causaba un dolor en el pecho.

Merri Lee negó con la cabeza.
—No dijiste nada que indicara que alguien de aquí iba a estar en problemas. — Le tocó la mano de Meg—. Ambas estamos aprendiendo cómo hacer esto, y quiero la opinión de otra persona antes de que hablemos de lo que viste. ¿Vale?

No había peligro inmediato. Ninguno de sus amigos en riesgo.
—Bien.

—Ya son casi las 9. Debes comer algo antes de abrir la oficina.

Meg siguió a Merri Lee saliendo del baño, sintiéndose un poco mareada. Sí, tenía que comer, necesitaba un poco de tiempo de tranquilidad. Necesitaba averiguar qué decir a cualquier Lobo que tuviera la guardia hoy. Aunque tratara de evitarlo, el Lobo olería la sangre y el ungüento. Estaba bastante segura de poder convencer a John de que no diera la alarma, y si era el turno de Saltarín como Lobo guardián, un par de galletas sería suficiente para distraerlo. Pero si Blair, el ejecutor principal del Courtyard, apareciera con Saltarín, como era su costumbre...

Tal vez Merri Lee tenía razón en contarle a Vlad antes de que alguien empezara a aullar acerca del corte, atrayendo a todo el mundo exigiendo respuestas.

—¿Merri? — Dijo Meg cuando Merri Lee abrió la puerta trasera de la oficina—. ¿Yo no vi nada más sobre los Otros?

Merri Lee negó con la cabeza. Luego frunció el ceño.
—Bueno, viste patas cavando.

—¿Cavando? — Ahora Meg frunció el ceño—. ¿Por qué sería lo suficientemente importante como para verlo en una visión?

—No sé. Quizás Vlad o los Lobos podrán entenderlo. — Merri Lee vaciló—. ¿Vas a estar bien? ¿No estás mareada o algo?

—No, estoy bien.

—Recuerda comer.

—Lo haré.

Tan pronto como Merri Lee cerró la puerta de atrás, Meg miró en la nevera bajo el mostrador. En el recinto, los Nombres Caminantes que se encargaban de las chicas, nunca les daban la posibilidad de elegir qué comer después de un corte. Las alimentaban bien, pero nunca les daban la posibilidad de elección. Sobre nada.

Incapaz de decidir, Meg calentó un pequeño trozo de tarta salada y la mitad de un sándwich de carne en el microondas. Se sirvió un vaso de jugo de naranja, luego llevó su comida a la sala de clasificación.

Podía elegir uno de los CD que había tomado de Música y Películas y escuchar música mientras comía. O podría mirar a una de las revistas que estaba usando para abastecerse a sí misma con imágenes para las profecías.

Pero no quería nuevos sonidos o imágenes nuevas en este momento. Quería saber lo que había visto. Quería ayudar a averiguar lo que significaban las imágenes.


Y a pesar de que su amiga había tratado de sonar apaciguadora, Meg quería saber lo que había visto, lo que Merri Lee no quería decir.


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