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martes, 15 de marzo de 2016

Adelanto: Capítulo 1 Marked in Flesh - Anne Bishop


Capítulo 1


Sunsday 5 de Juin

"La sangre dulce ha cambiado las cosas. Has cambiado a causa de ella. Estamos intrigados por los humanos que se han reunido alrededor de tu Courtyard, así que vamos a darte algo de tiempo para decidir cuánto de lo humano los Terráneos mantendrán".

*****

Simon Wolfgard, líder del Courtyard de Lakeside, contemplaba el techo de su cuarto, las palabras de advertencia, de amenaza, ahuyentaban su sueño, como lo habían estado haciendo en las últimas noches.

Sin embargo la ausencia de sueño no se debía únicamente a esas palabras. La postergación era un rasgo humano, pero en la última semana había descubierto que no estaba exento de esa mordida. Los Lobos no posponían las cosas. Cuando la manada necesitaba alimentos, se iban de caza. No se inventaban excusas ni encontraban alguna cosa sin importancia que no necesitaba ser hecho en ese mismo instante. Asumían el compromiso de cuidar de lo que se les había encomendado cuidar.

Quise que Meg se curara del corte que se hizo la semana pasada. Quise darle tiempo antes de pedirle que asuma parte del peso de estas decisiones. Es la Trailblazer que está encontrando caminos para que otras Casandra de sangre puedan sobrevivir. Por 24 años no tomó decisiones sobre sí misma o sobre cualquier otra persona, y ahora se supone que debe tomar todas estas importantes decisiones que podrían significar la vida o la muerte para... ¿quién? ¿Las otras profetas de la sangre? ¿Todos los humanos que viven en Thaisia?

Gruñó, como si eso fuera a amedrentar a sus pensamientos hasta ocultarlos, Simon se dio la vuelta, cerró los ojos, y presionó su cara en la almohada, determinado a conseguir un poco de sueño. Pero los pensamientos eran excelentes cazadores y devoradores de sueño.

"Vamos a darte algo de tiempo para decidir cuánto de lo humano los Terráneos mantendrán".

En la última semana, encontró excusas para sí mismo y para el resto de la Asociación Empresarial del Courtyard, y ellos le permitieron hacerlo, porque ninguno, -ni Vlad, Henry o Tess- querían decirle a Meg lo que estaba verdaderamente en juego ahora. Pero el tiempo, así como la frágil y extraña piel de Meg, no era algo que podía permitirse el lujo de perder.

Rodando hacia otro lado, Simon se quedó mirando la ventana. Al levantar la cabeza, las orejas cambiaron a forma lobuna, aguzando el oído para atrapar mejor los sonidos del exterior.

Gorriones. Esos primeros somnolientos gorjeos anunciaban el amanecer, mientras el cielo comenzó su cambio de negro a gris.

Amanecer.

Dejando a un lado la sábana enredada, Simon fue al baño a orinar. Mientras se lavaba las manos, echó un vistazo por encima del hombro. ¿Necesitaba una ducha? Inclinó la cabeza y se dio una olfateada. Olía como un Lobo saludable. Por lo que se ducharía más tarde, cuando tuviera que enfrentarse a algo más que una humana que era su amiga especial. Además, ella tampoco se iba a duchar.

Se alejo del lavabo, y luego se detuvo. Saltarse una ducha era una cosa, pero la boca humana -en la mañana- producía olores suficientemente fuertes como para desalentar el contacto cercano.

Cargando de pasta dental en el cepillo de dientes, Simon estudió su reflejo mientras se lavaba los dientes. El pelo negro se estaba enmarañando; tendría que hacer algo al respecto antes de que los invitados del Courtyard llegaran. La piel un tanto dorada por trabajar afuera sin camisa. Y los ojos de color ámbar de un Lobo. En forma humana o de Lobo, los ojos no cambiaban.

Se enjuagó la boca y fue a guardar el cepillo de dientes en el botiquín encima del lavabo. Luego miró su reflejo y levantó sus labios para revelar sus dientes.

No, los ojos no cambiaban cuando se desplazaba a Lobo, pero...

Cambió la cabeza a la forma del Lobo, cargó el cepillo de dientes con pasta por segunda vez y lavó, mejor, su otro set de dientes. Luego gruñó porque la boca de un Lobo no estaba diseñada para enjuagar y escupir. Terminó inclinado sobre el lavabo y vertió agua en los dientes y  lengua para que nadie pensara que estaba echando espuma por la boca.

—La próxima vez sólo masticaré una ramita como de costumbre, — se quejó cuando cambió de nuevo a totalmente humano.

Volviendo a la habitación, se puso unos vaqueros y una camiseta. Luego se acercó a la ventana y presionó su rostro cerca del vidrio. Afuera estaba lo suficientemente frío como para usar calcetines y zapatillas de deporte y una camiseta, ya que estarían caminando a la velocidad de Meg, no la suya.

Terminó de vestirse, luego agarró sus llaves del plato en su cómoda y salió por la puerta de su apartamento que daba al pasillo trasero que compartía con Meg. Desbloqueó el cerrojo de la puerta de la cocina y la abrió con cuidado. A veces ella usaba la cadena como seguridad adicional, y el romper su puerta por accidente sólo causaría problemas.

Había causado suficientes problemas la vez que rompió la puerta a propósito.

Sin cadena. Bien.

Simon se metió en la cocina de Meg y silenciosamente cerró la puerta. Luego se dirigió a su dormitorio.

Una ligera brisa que entraba por la ventana -parcialmente abierta- jugaba con las cortinas de verano que la manada femenina -amigas humanas de Meg- habían ayudado a comprar y colgar. La luz de la mañana también llegó a través de la ventana, dándole una mirada clara de la mujer acurrucada bajo las mantas.

¿Tenía frío? Si se hubiera quedado con ella la noche anterior, no tendría frío.

—¿Meg? — Con prudencia, porque podía patear como un alce cuando tenía miedo,  le dio un pequeño empujón al hombro—. Hora de despertar, Meg.

Ella gruñó y se acurrucó bajo las mantas hasta que sólo la parte superior de la cabeza se mostró.

Respuesta equivocada.

Estirando un brazo para bloquear una potencial patada, Simon le puso la otra mano en la cadera y la sacudió contra el colchón un par de veces.

—¿Qué? ¿Qué? — Meg intentó incorporarse, por lo que amablemente la agarró del brazo y tiró de ella.

—Hora de despertar.

—¿Simon? — Ella giró la cabeza y parpadeó ante la ventana—. Aún está muy oscuro. — Se dejó caer en la cama y trató de tirar de las mantas.

Él agarró las mantas, y el breve juego de tironeo la tuvo erguida de nuevo.

—No está oscuro; es sólo temprano, — dijo—. Vamos, Meg. Tomaremos un paseo.

—No ha amanecido. El despertador no sonó.

—No necesitas un despertador. Tienes gorriones, y dicen que amaneció.

Como no respondió, Simon la levantó y se la llevó arrastrando hacia la puerta de la habitación y por el pasillo hacia el cuarto de baño.

—¿Estás lo suficientemente despierta como para hacer pis y cepillarte los dientes?

Ella le cerró la puerta en la cara.

Tomando eso como un sí, Simon volvió a la habitación de Meg y sacó la ropa que iba a necesitar. La mayor parte de la ropa. Al parecer, se suponía que un hombre no debía tomar la ropa interior de una hembra de un cajón a menos que estuviera acoplado a la hembra. Y se suponía que los hombres no debían ver la ropa interior a menos que las mujeres quisieran que se vea.

No entendía por qué todos se preocupaban acerca de tomar ropa limpia de un cajón. La ropa interior olía mucho más interesante después de que la hembra la usaba.

Probablemente era algo que las hembras humanas no querrían saber.

Mientras esperaba, hizo la cama, más por desalentar a Meg a volver a caer en ella que porque quisiera ordenar la habitación. Además, pasar sus manos sobre las sábanas y respirar su aroma le hacía feliz.

¿Por qué pensó que dormir en su forma humana anoche era una buena idea?, ¿especialmente cuando significaba dormir solo? Si se hubiera desplazado a su forma de Lobo, como era su costumbre, podría haberse quedado con Meg, podría haberse hecho un ovillo junto a ella en su cama.

Está bien, no pensó que permanecer en forma humana durante la noche era una buena idea, sólo era un ejercicio necesario. Seis Lobos de la manada de Adirondack vendrían la semana entrante al Courtyard de Lakeside para experimentar la interacción con los humanos en formas que no podrían hacerlo en su propio territorio. Tres eran adultos que ya estaban tratando con los humanos que vivían en las ciudades situadas en las montañas Adirondack y sus alrededores. Los otros tres eran jóvenes que habían completado su primer año de educación en un centro humano que los entrenaba para vigilar a los humanos que viven en Thaisia.

Vigilar que los humanos mantengan los acuerdos que sus antepasados hicieron con los Terráneos, era un trabajo peligroso. Los Otros podían referirse a los humanos como carne inteligente -y lo eran-, pero también eran depredadores invasores que arrebataban territorio siempre que podían. Y más allá de lo que sus funcionarios públicos declararan, los humanos no estaban realmente preocupados por el bienestar general de su clase. Los humanos que pertenecían al movimiento Humanos Primeros y Últimos, aullaron por la escasez de alimentos en Thaisia y dijeron que los Terráneos eran los causantes. Pero fueron los humanos de HPU quienes habían vendido los excedentes de alimentos para la Alianza de Naciones del Bloque Romano con fines de lucro y luego mintieron sobre ello. Esas mentiras trajeron como consecuencia una lucha en Lakeside que resultó en la muerte del oficial de policía Lawrence MacDonald y Crystal Crowgard. Como contrapartida, los humanos llamaron la atención de Terráneos que por lo general se mantenían alejados de los lugares controlados por humanos, mientras que sus intenciones fueran benévolas.

Aquellos Nativos de la tierra, que vivían en lo profundo del País salvaje, habían decidido que los humanos que vivían en Thaisia ​​cometieron un abuso de confianza, y todos los acuerdos entre los humanos y Otros podían ser rescindidos. Probablemente lo serían. Ya existían restricciones sobre qué tipo de carga podía ser transportada por los barcos que viajan en los Grandes Lagos. Ya había restricciones sobre qué tipo de humanos podían viajar de una ciudad humana a otra. Los gobiernos humanos que supervisaban los asuntos humanos a nivel regional, se tambalean por las sanciones. Si los barcos no podían llevar alimentos y mercancías de una región a otra, si los trenes no podían llevar alimentos y combustible a las ciudades que necesitan en igual medida, ¿qué le pasaría a todos los humanos que vivían en el continente?

Si los humanos que se suponía estaban a cargo habían prestado atención a la historia de Thaisia, sabrían lo que sucedería. Los depredadores invasores -de dos patas-, serían eliminados, y la tierra sería reclamada por los Nativos de la tierra, los Terráneos, los Otros.

Pero ya no sería tan fácil de hacerlo como lo había sido hace unos pocos siglos. Entonces, eran muy pocos los humanos que construían o usaban elementos que dañaban la tierra si se los dejaba corromper. Ahora, había refinerías procesando el crudo extraído de la tierra. Ahora, había lugares almacenando combustible. Ahora, había industrias que podían dañar la tierra si no se las atendía. ¿Cuánto dañarían esas cosas si fueran destruidas o abandonadas?

Simon no tenía respuestas, y los Terráneos que velaban el País salvaje - los peligrosos seres primigenios, que encubrían su verdadera naturaleza Terránea en formas tan antiguas que no tenían nombre-, no se verían afectados en la búsqueda de respuestas. Incluso si todo lo demás desaparecía del mundo, para hacer sitio a lo nuevo que nacería de la destrucción y el cambio, todavía seguirían existiendo.

Los Terráneos cambiantes como los Lobos, Osos, Halcones y Cuervos, se referían a esas formas como los Antiguos, una palabra que sonaba benévola para los seres que eran los dientes y las garras de Namid.

Meg volvió del baño, luciendo un poco más despierta y mucho menos feliz de verlo. Iba a estar más infeliz todavía cuando se enterara de por qué quería tomar este paseo.

—Vístete, Meg. Tenemos que hablar.

Ella señaló hacia la puerta del dormitorio.

Él era líder del Courtyard y ella una empleada del Courtyard, por lo que no le debería permitirle darle órdenes, incluso si eran no verbales. Pero estaba aprendiendo que, cuando se trataba de humanos, la cadena de mando de la manada no siempre se aplicaba dentro de la madriguera. Lo que significaba que Meg era la dominante en su madriguera y podía serle indiferente que él era el dominante en cualquier otro sitio.

Salió de la habitación y cerró la puerta, luego presionó la oreja contra la madera. Cajones abriéndose, cajones cerrándose. Movimiento.

—Deja de fisgonear, Simon.

Sonaba molesta en vez de somnolienta. Habiendo pinchado lo suficiente al puercoespín, por así decirlo, regresó a la cocina y husmeó en sus armarios y refrigerador para asegurarse de que ella tenía suficiente comida. La mitad de un litro de leche; un par de bocados de queso, tal vez más en términos de las mordidas humanas; un pequeño plato de fresas -la parte de las bayas que ella y Henry Beargard habían recogido ayer-, un medio bocadillo envuelto de Un pequeño Bocado, la cafetería del Courtyard.

Su armario tenía un frasco de conservas de duraznos, un frasco de salsa de espagueti, y una caja de espaguetis.

—Si estás hurgando por los restos de pizza, me los comí anoche, — dijo Meg, entrando en la cocina.

Simon cerró el armario. ¿Era esta una cantidad típica de alimento que los humanos almacenaban en los meses más cálidos? En su propia cocina, no tenía más de lo que había allí, pero por lo general cazaba su comida y se la comía fresca, así que otros alimentos eran sólo suplementos que disfrutaba por su sabor y eran buenos para la forma humana.

—¿Quieres algo de comer?— Preguntó Meg.

—Más tarde. — Saliendo de su cocina, bajó la escalera de servicio que llevaba a la puerta exterior, seguro de que lo seguiría. Una vez fuera, le tomó la mano, enlazando sus dedos con los de ella, una forma de contacto y conexión que habían comenzado a tener una semana después de que liberara  la profecía sobre la Comunidad River Road.

—El césped está húmedo, — dijo Meg—. ¿No deberíamos caminar por la calle?

Simon negó con la cabeza. Esta mañana la carretera, que era lo suficientemente amplia como para un vehículo y circunvalaba el interior del Courtyard, se sentía demasiado humana.

¿Cómo empezar? ¿Qué decir?

Pasaron por delante de la huerta ampliada para el Complejo Verde, el único complejo de múltiples especies en el Courtyard. Como una manera de ayudar a los humanos que trabajaban para el Courtyard, los Otros habían acordado dejar que esos humanos compartieran  la cosecha si hacían su parte del trabajo. Había al menos un humano comprobando la huerta todos los días, asegurándose de que las plantas tenían suficiente agua y las hembras en particular, tenían los ojos como un Halcón a la hora de detectar una mala hierba.

Vio un trozo de piel en el borde de la huerta, pero no se lo señaló a Meg. Algo había llegado para picar las plantas  y había terminado siendo la cena de alguien.

—¿Querías hablar, — dijo Meg—. ¿Se trata de las sanciones? El Lakeside Noticias ha impreso un montón de artículos acerca de las restricciones que los humanos tienen que obedecer ahora.

—Un montón de aullidos por problemas que ellos mismos ocasionaron, — gruñó Simon.

—La gente tiene miedo. Desconocen lo que las sanciones puede implicar para sus familias.

—Ilusos humanos que tratan de construir un dique de castores con un par de ramitas. Las sanciones son bastante simples. A cualquier humano que pertenezca al movimiento Humanos Primeros y Últimos, no se le permitirá viajar en modo alguno por cualquier ruta que pase por el país salvaje. Eso significa que no pueden usar ni las carreteras, ni los trenes.

—¿Barcos?

Simon negó con la cabeza.
—Toda el agua en Thaisia pertenece a los Terráneos. Los barcos en los lagos y ríos viajan por tolerancia. Siempre lo han hecho. — Y las Elementales conocidas como las cinco hermanas ya habían dicho que cualquier barco que viajara por los Grandes Lagos sin su consentimiento no llegaría a puerto. Más bien, el barco podría, pero la tripulación no lo haría. Después de todo, si se hundía el barco podría ensuciar el mar con todo ese combustible y residuos. Era más probable que la nave quedara la deriva después de que la carga fuera fácilmente retirada. Y la tripulación se convertiría en alimento para los Terráneos que se realizaban el trabajo de sacar a los molestos humanos del agua.

—¿Y la comida? — Preguntó Meg—. Los periódicos y reportajes de televisión dicen que la comida no se puede transportar de una región a otra.

—O están mintiendo o tratan de causar problemas, o están demasiado ocupados gritando como para escuchar. — En lo que se refería a los Otros, el no escuchar era una de las razones por la qué los humanos, como especie, terminaban necesitando lecciones duras: se negaban a comprender las señales de alerta—. Mira, Meg, la compra y venta de alimentos y de mercancías entre la gente de Vida Simple, Intuyes, y Terráneos no va a cambiar, y ello incluye a todos los asentamientos humanos que son controlados por nosotros. Cualquier alimento que venga de granjas controladas por humanos tiene que ser aprobado por inspectores Intuyes y Terráneos antes de que se les permita pasar de una región a otra. Estamos haciendo esto para asegurarnos de que los humanos no puedan mentir de nuevo sobre la escasez de alimentos, mientras que aquí se está vendiendo alimentos para los humanos en otras partes del mundo. — Él resopló—. Pero eso no es de lo que tenemos que hablar. Este Courtyard -mejor dicho, a un grupo selecto dentro de este Courtyard- se le ha encomendado una tarea por los Antiguos, los Terráneos que velan por el País Salvaje. Y ese grupo selecto te incluye porque eres quien cambió las cosas.

—¿A mí? — Las piernas de Meg temblaron—. ¿Qué he hecho?

Simon sonrió.
—Ser tú.

Meg Corbyn, el Enlace Humano del Courtyard de Lakeside, era una Casandra de sangre, una profeta de la sangre que veía visiones cuando cortaba su piel. Había tropezado con Aullidos, Buena Lectura, durante una tormenta de nieve, en busca de trabajo, huyendo del hombre que la había retenido y cortado con fines de lucro. Tan vulnerable e inexperta como un cachorro,  había trabajado duro para aprender su trabajo como enlace humano y también trabajó muy duro para aprender a vivir. Algunos de los humanos que trabajaban para el Courtyard se habían reunido alrededor de ella, ayudándola, enseñándole, incluso protegiéndola. Y eso cambió la relación que los humanos tenían con los Otros.

La sonrisa de Simon se desvaneció.

—¿Cuánto de lo humano los Terráneos mantendrán? Eso es lo que tenemos que averiguar.

Meg dejó de caminar.
—¿Qué significa eso?

—Esa es la otra cosa que tenemos que averiguar. — Él tiró de su mano para hacer que se moviera de nuevo, pero ella se limitó a mirarlo, sus ojos grises del mismo color que el cielo de la mañana.

—¿Cuánto de lo humano mantener? ¿Qué se supone que significa? ¿Si los Terráneos en forma humana mantendrán aspectos como los dedos y pulgares? Porque los dedos y los pulgares son realmente útiles. Henry es un escultor. Él no querría prescindir de ellos. Tampoco tu.

Simon la observó. Tal vez el cerebro humano realmente necesitaba más tiempo para despertarse que el cerebro de los Terráneos. Cuando él se levantaba, estaba despierto. Bostezaba, se estiraba, y  estaba listo para jugar, cazar o incluso hacer frente al trabajo humano generado por la Asociación Empresarial y Aullidos, Buena Lectura, la librería que dirigía con Vladimir Sanguinanti. A pesar de que Meg era una raza especial de humano, al parecer, su cerebro no tenía un botón de despertar rápido.

Sin embargo, él dormía con ella muchas noches, y sabía que por lo general no era así de lenta. ¿Sería que los gorriones eran suficiente alarma para anunciar la mañana, pero para el cuerpo el cerebro necesitaba la alarma mecánica? ¿O tal vez era una diferencia entre machos y hembras humanas? Tendría que preguntarle a Karl Kowalski, quien era la pareja de Ruthie Stuart, así como uno de los oficiales de policía asignados a trabajar con el Courtyard.

Empezó a caminar de nuevo y arrastró a Meg un par de pasos antes de que ella se moviera por su cuenta.

—No se trata de la cáscara. — Simon se golpeó el pecho con los dedos de una mano. Entonces, ya que era Meg y estaban aprendiendo juntos sobre un montón de cosas que involucraban a los humanos, le dijo más de lo que le habría dicho a otro ser humano, le hablo de sus propios miedos—. En cierto modo, se trata de la cáscara. Namid dio forma a los Nativos de la Tierra para ser sus depredadores dominantes, y seguimos siendo los dominantes porque aprendemos de los otros depredadores que caminan en nuestro mundo. Tomamos sus formas para mezclarnos y vigilarlos, aprendemos cómo cazan, cómo viven. Absorbemos mucho de su naturaleza sólo por vivir en esa forma. No todo. Somos primero, y siempre,  Nativos de la Tierra. Pero debido a que las formas animales se han convertido en una parte de lo que se transmite a nuestros jóvenes, los Terráneos  Lobos ya no son lo mismo que los Terráneos Oso, Halcón o Cuervo. Estas formas han existido desde hace mucho tiempo y formas como los Sharkgard han existido por más tiempo.

Caminaron en silencio durante un minuto.

—¿Tienes miedo de convertirte en demasiado humano? — Preguntó Meg.

—Sí.

—Bueno, no lo eres, — lo dijo con fuerza, apretando sus dedos—. Eres un Lobo, e incluso cuando no estás en tu forma lobuna, sigues siendo un Lobo. Tú lo has dicho. Verse humano o dirigir una librería no va a cambiar eso.

Simon pensó en el trasfondo de lo que estaba diciendo.

Meg no quería que fuera más humano. Necesitaba que siguiera siendo un Lobo. Porque Meg confiaba en el Lobo de una forma en que no se fiaba de un varón humano.

Sintió una ligereza en su interior que no había estado allí un minuto atrás. Trabajar en un Courtyard, especialmente para los Terráneos que tenían que pasar tanto tiempo con los humanos, era un peligro, porque siempre había el riesgo de absorber demasiado de la forma humana y ya no encajar con su propia especie. Eso le había preocupado, mucho más recientemente cuando su exposición a los humanos se convirtió en algo personal. Pero Meg no le permitiría llegar a ser demasiado humano, porque necesitaba que conservara la naturaleza y el corazón de un Lobo.

Él le dirigió una mirada, sus ojos gris claro y piel blanca, con esas mejillas de color de rosa, y  el pelo negro espeso recortado tan corto que se sentía como la pelusa de un cachorro. Bajita y delgada, y ganando un poco de músculo visible debajo de esa piel frágil.

¿Cuánto humano sería demasiado humano para Meg?

Simon sacudió ese pensamiento. Tenía suficientes desafíos en este momento.

—No tienes que tener miedo de lo que podrías absorber de nuestros amigos humanos, — dijo Meg en voz baja—. Son buenas personas.

—¿Cómo lo sabes?

—Conozco a la clase de la gente mala. — Un sombrío recordatorio del lugar donde había sido criada y entrenada, donde la cortaban con fines de lucro.

Él asintió con la cabeza para hacerle saber que la había oído.
—Debemos de tener en cuenta lo que nos gustaría mantener, lo que estaríamos dispuesto a hacer por nosotros mismos si los humanos no están alrededor.

Ella le dio una mirada aguda, y su voz temblaba cuando dijo:
—¿Los humanos van a desaparecer?

—Tal vez. — No hablo de extinción. Meg era lo suficientemente inteligente como para escuchar la palabra de todos modos. Y no le dijo que el Courtyard de Lakeside era la razón por la que los Antiguos no había tomado esa decisión sobre  los humanos que vivían en el continente de Thaisia.

—¿Puedo hablar con Ruth, Merri Lee y Theral de esto?

—Son humanas, Meg. Van a querer mantener todo.

—Hay muchas cosas que los humanos necesitan que yo desconozco. Pasé 24 años viviendo en un compuesto como una propiedad,  viviendo en una celda una vez tuve la edad suficiente para estar sola, y no me acuerdo cómo las niñas vivían antes de tener la edad suficiente para comenzar el entrenamiento. Y tú sabes lo que necesita el Courtyard, pero seguro que eso tampoco alcanza.

—Por los acuerdos con los humanos, un Courtyard se supone que tiene que tener cualquier cosa que los humanos en esa ciudad tengan, por lo que si no está en el Courtyard, los humanos realmente no lo necesitan. — Eso era una especie de hielo delgado de la verdad, que no soportaría ningún peso si se lo pusiera a prueba, y ambos lo sabían—. Además, si le cuentas a la manada femenina, Ruthie y Merri Lee se lo dirán a sus parejas, que son policías.

—Quienes pasan mucho tiempo por acá y son útiles, —respondió Meg.

No podía discutir con eso. Karl Kowalski y Michael Debany estaban haciendo un esfuerzo para entender a los Terráneos y era machos simpáticos, incluso siendo humanos. Y Lawrence MacDonald, otro oficial de policía y  primo de Theral, había muerto recientemente cuando un grupo de humanos y Otros fueron a una feria en Lakeside para dar a los Crowgard la oportunidad de comprar algunos brillantes y pequeños tesoros. Esa excursión terminó cuando su grupo fue atacado por miembros del movimiento Humanos Primeros y Últimos. Casi todos, salvo Vlad resultaron heridos durante la pelea, y MacDonald y Crystal Crowgard resultaron muertos.

—También debes preguntar a Steve Barquero a ver que sugiere, — dijo Meg.

—Meg...

—Esos Antiguos no te dijeron que no podías consultar con los humanos, ¿verdad?

Él suspiró.
—No, no lo hicieron, pero tenemos que tener cuidado de que muchos humanos sepan acerca de esto. Los humanos que pertenecen al HPU son nuestros enemigos. Están hurgando en las ciudades a través de todo Thaisia, y ellos son la razón por la que los Antiguos están vigilando a todos los humanos en el continente en lugar de eliminar la maldad en una ciudad y la recuperar la tierra.

Por supuesto, él ya le había dicho a tres humanos lo que ahora estaba en juego. El creía que el Capitán Burke y el Teniente Montgomery eran personas en las que se podía confiar, pero no conocía al tercer hombre que había estado en la reunión cuando les habló de las sanciones. Greg O'Sullivan trabajaba para el gobernador de la región Nordeste, así que era posible que ya hubiera enemigos de los Terráneos conspirando para causar el último problema que inclinara la balanza.

Si eso ocurriera, no sería la primera vez que los humanos desaparecieran de una parte del mundo, y Simon dudaba de que sería la última.

Y debido a que esa posibilidad era un desprendimiento de rocas a la espera de venir abajo en todos ellos, se hacía más imprescindible calcular la cantidad de lo humano que los Terráneos debían mantener.

—Está bien, — dijo—. Habla con la manada femenina. Pero asegúrate de que sepan que esto es información peligrosa.

—Lo haré. — Meg se detuvo de repente y le susurró—, conejito.

¿Conejito? A Simon se le hizo agua la boca. No es que tuviera una buena oportunidad de cazar uno en su forma humana. Miró a su alrededor. Olió el conejo, pero no pudo verlo. Entonces se dio cuenta de que Meg estaba mirando a un bulto de color marrón en la hierba a un largo paso de ellos. Podría haber sido una piedra o una raíz de árbol un poco fuera de la tierra, pero esas cosas no tenían orejas.

Él suspiró, decepcionado. Un conejo de un solo bocado.

Meg retrocedió, tirando de él.

—¿No es lindo? — Le susurró, de regreso hacia el Complejo Verde.

—No vas a seguir pensando que es lindo si se come todo el brócoli, — dijo Simon.

—Él no haría eso. ¿Verdad?

—El brócoli es verde, y él es un conejo.

Meg resopló mientras le seguía el paso.
—Bueno, sigue siendo lindo.

Y probablemente lo dejaría crecer ya que no ofrecía mucho alimento para nadie en este momento.



Simon no mencionó eso, ya que sospechaba que Meg prefería pensar en el conejo como lindo en vez de crujiente.

14 comentarios:

  1. Que rapidez. Me ha encantado este primer capítulo, muchas gracias.

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  2. gracias por el capi, son las mejores...

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  3. HOLA MUCHAS GRACIAS POR EL CAPITULO, ME ENCANTA ESTA SERIE,BESOS.

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  4. Si que son rapidos, muchas gracias por el capitulo :D

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  5. gracias po el primer capi ok kisses

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  6. Gracias, gracias me moría por que iniciarán la traducción desde su aviso. Son los mejores😊😊😄😄

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  7. muchas gracias besitosssssss :* :* :*

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  8. es genial esta super graciaaaaaaaaaaaaaaaaaas.

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  9. gracias por la traducción. Me ha gustado mucho esta serie.

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  10. Me encanta esta serie estaba impaciente por que leerla muchas gracias!!!

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  11. Muchas Gracias Amo esta serie es mi favorita

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